Camino

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jueves, 29 de septiembre de 2011

EPISTOLA DE SANTIAGO.

La fe y las obras

¿De qué sirve, hermanos mios, que alguien diga: "tengo fe", si no tiene obras?. Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen de sustento diario, y alguno de vosotros les dice: "idos en paz, calentaos y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de que sirve?. Así también la fe, si no tiene obras está realmente muerta[...]así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

La verdadera y la falsa sabiduría.

[...]si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ejercicios espirituales ignacianos: el silencio

EL SILENCIO (5)


1. Coloquio con Jesucristo (6)

JESUCRISTO: Hijo mío, te espero en el silencio. Ahí es donde te doy audiencia; en el silencio hablare a tu alma y en el oirás mi voz.

EL ALMA: Lo estoy deseando, Señor. Pero no se por que, consigo con dificultad hacer silencio dentro de mi. Llego a Ti, y a veces vengo de muy lejos, con el espíritu atestado de deseos y de penas, y así no consigo hallar tranquilidad.

JESUCRISTO: Es que, efectivamente, hijo mío, el silencio es una conquista. Hay que merecerlo. El recogimiento exige un esfuerzo: hay que quererlo. Es mucho mas fácil dejarse llevar, exteriorizarse, vivir en la superficie del alma. Pero eso es construir sobre arena. El que no recoge conmigo, desparrama. El que no se recoge en Mi, se disipa. Haz con valor este esfuerzo. Pídeme humildemente la gracia del silencio interior y, dentro de algún tiempo, hallaras la paz.

EL ALMA: A decir verdad, Señor hay momentos en que tengo casi miedo del silencio, algo así como se tiene miedo del vacío.

JESUCRISTO: Ese vacío, hijo mío, yo lo llenare, échate valientemente en el silencio, abraza de corazón esa ley esencial de los Ejercicios, acepta lo que puede tener de amargo la corteza de la soledad. Si eres valiente y fiel, te darás cuenta al cabo de cierto tiempo de que allí estoy yo, en esa soledad, para reconfortar y para enriquecer tu alma.

EL ALMA: Señor, si estuviera cierto de hallarte, no me importaría. Pero lo que temo mas que nada es el silencio tuyo.

JESUCRISTO: Tranquilízate, hijo mío: quien me busca fiel y ardientemente, acaba siempre por hallarme. Solo que tengo diversas maneras de manifestarme. A las muchedumbres de Galilea les daba el encanto de mis divinas palabras, para atraer sus almas débiles. Pero durante la Pasión me calle. Y me callo mas aun en la Eucaristía. ¿Es menos expresivo este silencio?

EL ALMA: El mundo de hoy, tan bullicioso, reconozco que me ha hecho perder el gusto del silencio y necesito aprender de Ti una lección que me es tan difícil.

JESUCRISTO: Escucha atentamente mis palabras: el que gusta de la soledad sabe a que sabe Dios. El alma tiene necesidad de silencio para adorar. Tienes, hijo mío, que afinar tu alma hasta que pueda escuchar el silencio. Callarse es obligar a Dios a hablar. Cuanto mas recibe el alma en el silencio, mas puede dar el alma en la oración. El silencio es la ayuda que prestas a tu Dios para que El se comunique contigo. La calidad de las almas se calibra por su actitud ante el silencio, por su capacidad de silencio, por el timbre de su palabra interior.

EL ALMA: Yo siempre había reducido el silencio a una mera medida disciplinar; pero ahora empiezo a comprender su ascetismo y su profundidad.

JESUCRISTO: En el origen de todo estado místico hay un silencio anterior que es liberación repentina e inefable de todo lo que pesa. El gran beneficio del silencio es que te despega de lo sensible, de lo inmediato, y te hace hallar de nuevo el sentido de lo invisible, te hace poseerte plenamente. Tienes que hacer el silencio en ti, no para contemplarte y admirarte secretamente, sino para tomar posesión de ti mismo y darte del todo a Dios en la entrega del momento presente. El silencio descansa, pacifica y consuela. El silencio lo hace a uno mejor. ¿No has notado que sin silencio no hay recogimiento? Ese precioso recogimiento que favorece la soledad de un sitio retirado, que brota de un corazón pacificado y que se produce dentro por la presencia de un Dios amado. Haz silencio dentro de ti mismo para que hable en ti mi Palabra que se pronuncia en eterno silencio. El silencio, hijo mío, es un sacramento donde me oculto y me doy...

(5) Op. cit.
(6) Para rezar el primer día de Ejercicios, en la capilla, a solas.

Oración para alcanzar el silencio (7)

"Señor: dame el don del silencio. El don de saber oírte a Ti y de poder auscultarme a mi.

De poder detectar tu Voluntad y de saber hallar mi debilidad peligrosa. De penetrar perdón, de abrirme a tus misterios y de librarme de este otro misterio de mi pecado.

Hazme hallar, Señor, ese silencio de plenitud, que es la Palabra tuya, la que debe ser oída en eterno silencio. Hazme andar al unísono con Ella. Hazme sentir con su propio latido.

Haz, Señor, que con tu Verdad y tu Amor me compenetre. Dame de tu silencio, Oh Dios; ábreme los oídos interiores para que te metas Tu por toda mi alma, para que en esa invasión sea yo libre, y en tu Luz se me apaguen todas las voces del exterior.

Señor, si me das el silencio me conoceré y te conoceré... y yo quisiera que fuese así, Señor, porque quisiera comenzar a ser, de veras, hijo tuyo... Amén."

(7) Esta oración es de Santiago Bengoechea.




Padre Jozo(parroco de Medjugorje durante los primeros años de las apariciones Marianas)

Enlace

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ABNEGARSE

[...] Ignacio quiere vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Y al tiempo sabe que, a la hora de escuchar, comprender y vibrar con esa voluntad expresada en el evangelio, uno tiene mucho que luchar. Porque el amor, la caridad es hermoso, pero no es fácil. El amor al prójimo no es un juego ni un accesorio, ni es una fiesta perpetua, sino algo tan esencial que es al tiempo don y tarea, exigencia y regalo, cruz y resurrección. Ese amor Ignacio lo descubre en Jesús pobre y humilde, el del pesebre y los caminos... Y también descubre que , a la hora de dejarse seducir por esa lógica evangélica hay muchas dinámicas que nos entrampan, nos inquietan y de algún modo a veces nos ciegan. Somos cada uno a nuestro modo, un campo de batalla. Tenemos resistencias. Un yo a veces excesivamente abultado se convierte en barrera que nos impide ser alcanzados por Dios, y abrirnos a los otros.
De ahí la necesidad de abnegación. Que no es negarse a sí mismo, sino sobre todo afirmar al Otro.[...]Abnegarse es dejar que disminuya un yo que, si se infla demasiado, me cierra a Dios y a los otros. Todos conocemos gente tan llena de sí que nada más cabe. Abnegarse es, en realidad, afirmar a los demás y al Dios que nos vincula a los otros tanto como a uno mismo.

Extraido del libro : "Ignacio de Loyola, nunca solo" de José Mª Rodriguez Olaizola

martes, 20 de septiembre de 2011

El peligro de la religión. (J.A. Pagola).Extraido de la web Periodista Digital, del blog Buenas Noticias


Jesús lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz. Jesús no pierde la paz. Con paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.

El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.

El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.

Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.

Ellos son los "profesionales" de la religión: los que han dicho un gran "sí" al Dios del templo, los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho "no"; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo "no".

Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han dicho un gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.

La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo"

José Antonio Pagola

lunes, 19 de septiembre de 2011

La Eucarístia, Corazón de las comunidades cristianas. Abbé Pierre.

Jesús encontró una manera extraordinaria de permanecer entre nosotros de manera oculta: mediante la consagración del pan y del vino, que se convierten para el creyente en la presencia de su cuerpo y su sangre.
De entre todos los sacramentos, la Eucaristía es el sacramento por excelencia. Es a la vez el testamento de Jesús y la actualización de su presencia entre nosotros.
[...]Entre los cristianos se dan diversas maneras de concebir la Eucaristía. Para los católicos se trata de Cristo real y misteriosamente presente. Teológicamente, después de Santo Tomás de Aquino, se hablará de "transubstanciación". Es una palabra un tanto rebuscada que significa que la sustancia del pan se transforma (mediante las palabras del sacerdote) en la sustancia de Jesús.
En el otro extremo, la mayor parte de los protestantes consideran que la Eucaristía es un símbolo: el pan consagrado no es el cuerpo de Cristo, sino el símbolo de su presencia entre nosotros.
Personalmente[...] me sitúo en una zona intermedia. La "transubstanciación" no es lo que me importa en realidad. Lo que me importa es la Presencia. Creo, sin saber cómo, sin intentar explicármerlo mediante la razón, que Cristo está misteriosamente presente en la hostia consagrada. Poco importa cómo.
La Eucarístia también aporta a veces para los creyentes una presencia sensible de Jesús. A menudo he sentido esta inmensa ternura, rezando durante horas ante el santo sacramento expuesto en una iglesia. A muchos religiosos y religiosas esta ternura les da mucha fuerza.[...] esta ternura de Jesús, es particularmente perceptible para los creyentes en la Eucaristía.

Extraido de libro "Dios mío...¿por qué?"
de Abbé Pierre

He querido colgar este fragmento porque expresa bastante bien un sentimiento, una sensación que quería compartir aqui en el blog.
Cada vez que tengo la oportunidad de ir a la iglesia y comulgar, es decir participar de la Eucarístia, el sentimiento se agolpa de una forma salvaje en mi pecho. Cuando llego a la iglesia, intento preparar mi mente para vivir plenamente la Eucarístia. Dejándome embargar por el ambiente de serenidad y reflexión del templo, recito alguna oración para orientar mi mente, mi corazón hacia el Padre, y así abandonarme lo suficiente para sentir la presencia Divina dentro de mí . Cuando empieza la misa ya considero que he "conectado", de manera que todo el desarrollo de la ceremonia se convierte en algo realmente especial , donde puedo sentir la presencia del Espíritu Santo.
Cuando llega el momento de comulgar, siempre me ha ocurrido, siento un gran nerviosismo en mí interior. Creo que se parece al momento previo a una fiesta de cumpleaños, o al de un viaje que te hace mucha ilusión. Pero ese nerviosismo va acompañado de la sensación de saberme acompañado por Jesús, querido hasta el límite por Él, siento en mi pecho una especie de intimidad llena de ternura con Él, intimidad que me habla del Padre y me vincula con él.
El último domingo, que estuve con mi hija por cierto, me emocioné tanto en ese momento que los ojos se me llenaron de lágrimas.
Ahora me gustaría decir el porqué comparto esta experiencia tan íntima de forma pública.
La primera razón es porque comentarios así ¡ no están bien vistos en laicos!!! , hay que ser religioso/a, "beato", una persona anciana....para decir esto sin miedo a que te señalen!!!.
Pues yo lo digo, y me gustaría que me señalen, para que se me vea mejor. Creo que nuestro mundo, nuestra sociedad, necesita que se compartan más experiencias así, o similares, con misa o sin misa, pero que estén llenas de una luz especial que cambie el rumbo de nuestro mundo. Experiencias espirituales de transformación, que nos lleven a ser un poco más hijos de Dios.


Mt 5, 13-16 Vosotros sois la sal de la tierra y luz del mundo
(Mt 5, 13-16)[13] Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. [14] Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. [15] Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. [16] Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en vosotros, a fin de que ellos vean vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

"Dificultades para orar": Pere Borràs, sj

2. ¿Qué actitudes debemos cultivar para poder orar?
Las dificultades de fondo para orar no vienen fundamentalmente
de la falta de método o de lo ruidosa que puede resultar la ciudad,
aunque estas realidades son importantes, sino más bien de no
colocarnos con confianza en las manos del Padre, de un cristianismo
vivido a "mínimos" por un pobre deseo de seguir a Jesús y al Evangelio.
El estar abiertos al mundo y a sus problemas, el reconocer la
presencia de Dios en nuestra vida son a la vez fruto de la oración y
actitudes previas que nos deben acompañar cuando queremos orar.
El acto de orar supone el cultivo de unas actitudes evangélicas que
son comunes a la oración y a la acción y forman el telón de fondo de la
vida orante. Veamos algunas:
2.1. Aceptar la vida
Para orar conviene aceptar la vida con sus limitaciones y sus
posibilidades, con sus luces y sus sombras. Aceptar la vida quiere decir
asumir aquello que no podemos cambiar de nosotros mismos: edad,
temperamento, estado de vida, salud y un sin fin de limitaciones que nos
constituyen haciendo que seamos nosotros mismos. A la vez supone
conocer nuestras potencialidades, valores y talentos que en definitiva son
un don recibido para ponerlo al servicio de los demás, es decir de Dios.
Se trata, pues, de aceptar nuestra vida para construir el Reino de
Dios y ser construidos por él. Vernos tal como somos, sin artificialidad ni
apariencias, en definitiva aceptarnos y querernos. En la vida hay etapas
en que predominan las grandes decisiones (estado de vida, pareja, tipo
de trabajo) otras en las que conviene asumir con fe y humor las
decisiones tomadas. Pero hay que vivir desde la perspectiva de que yo
no soy el centro porque el centro de mi vida es Dios y tomar conciencia
de que para Él, el centro soy yo y esto es un gran don.
2.2. Reconocer la Presencia
Cuando reconozco que yo no soy el centro sino que lo soy para Otro;
empiezo a experimentar una presencia que me invade en la medida en que
me abro a ella. En esta apertura la oración aparece como un estado de
receptividad. Orar es, pues, introducirse en una Vida que es relación,
acogida, receptividad y amor entre Padre e Hijo e irse poniendo junto a un
Hijo que me hace ser hermano de los demás. Así descubrimos un Espíritu
nuevo que nos invita a reconocer que Dios es don y yo soy don. Él regala
siempre su don es decir se da a sí mismo. Es como un vaso de agua que
está inclinado dándose, dándonos de su agua. De este modo, orar es
ponerse de cara al Señor y recibir su regalo que es Él mismo. Y casi sin
darnos cuenta vamos ganando en libertad y en autonomía. Vamos
siendo más personas y nos disponemos a ayudar a otros a ser
personas, a ser hijos y a ser hermanos.
2.3. Ir tomando decisiones
Querer orar supone ir tomando decisiones en nuestra vida y no
vivir de rutinas en cualquier ámbito de nuestra existencia. La rutina es
enemiga de la vida espiritual porque nos encierra en nosotros mismos y
nos impide vivir de la creatividad que supone la apertura al Otro. La
toma de decisiones sobre nuestra vida, en la línea del Reino de Dios,
nos acerca a la relación y a la presencia. Es conveniente seguir
haciéndose preguntas e irlas respondiendo y así se va configurando
nuestra vida cristiana: ¿Cómo puedo mejorar mi relación con los que me
rodean? ¿Qué tengo que cambiar o potenciar en mi trabajo apostólico? ¿Qué
tendría que hacer para tener más sensibilidad hacia los pobres y los que más
sufren? ¿Qué me está queriendo decir el Señor en esta nueva situación?
¿Es suficiente el tiempo o el modo de orar en esta época de mi vida?
2.4. Hacer "adiciones"
San Ignacio dice que para orar hay que hacer "adiciones", es decir
fomentar actos y actitudes que nos predispongan que sumen, que
ayuden pedagógicamente a lograr aquello que deseamos. Hay, por lo
tanto situaciones, que actúan como adiciones, es decir, que ayudan y
que suman, y otras que no ayudan, que restan. Voy a enumerar algunas:
— Hacer práctica de poner la propia vida en las manos de Dios y no
en las nuestras. Esto supone alimentar interiormente el deseo de
moverse por pequeñas utopías y practicar la esperanza.
— Ejercitar la misericordia con las personas que hay a nuestro
alrededor. Estas u otras prácticas se deben encarnar en
pequeños gestos que muestren su veracidad.
En la vida ordinaria hay situaciones que nos pueden ayudar o
estorbar para llevar una vida de oración. Así, por ejemplo:
— Alimentar pensamientos de bondad o entrar en la dinámica del
ataque o defensa.
— Acostumbrarse a emplear palabras amables o dejarse llevar por
la brusquedad.
— Generar gestos solidarios o entrar en la dinámica del
individualismo.
— Emplear silencios acogedores o esperar que el otro termine de
hablar para soltarle mi "rollo".
— Acoger agradecidamente el amor de los demás o rechazarlo. O
aceptar mi situación de don o creerme que todo lo puedo a través
de mi esfuerzo.
— Practicar la soledad buscando allí una presencia gratuita o
encerrándome en mi mismo sin dejar brechas de gratuidad.
A veces nos preguntamos cómo tal persona que sabemos que
hace oración de una forma asidua es incapaz de comprender a los
demás, de trabajar en equipo y que va "a la suya". La respuesta no es
sencilla y la conciencia de cada uno es un misterio. Pero en general y
sobretodo para aplicárnoslo a nosotros mismos, hay que decir que hay
unos prejuicios que invaden la vida y que deben ser examinados a
menudo. La oración pide abnegación, relativizar mis sentimientos
especialmente sobre aquellas personas o situaciones ante las cuales me
siento especialmente crítico.
Por ello no podemos ser ingenuos porque si nos instalamos en la
superficialidad, en la rutina, en el activismo y en la competitividad, no
podemos orar. Pero sí podremos si somos auto-críticos, si sabemos
recoger aquello que los demás dicen de nosotros mismos, si nos
sentimos animados a trabajar por los demás y a humanizar su vida,
aunque experimentemos en nosotros la debilidad, la rutina o la desgana.

martes, 13 de septiembre de 2011

"Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios", interpretado por Emmet Fox

[...] la oración es la única acción completa en el sentido más exacto de la palabra, porque es la única cosa capaz de cambiar el carácter. Un cambio en el carácter o en el espíritu es un verdadero cambio. Cuando se verifica un cambio de esa clase, el sujeto se torna diferente[...]En otras palabras, ya no es la misma persona de antes. El grado de diferencia puede ser casi imperceptible cada vez que se ora[...]si pudiésemos realizar plenamente la Presencia de Dios, un cambio radical y dramático se obraría en nuestro carácter en un abrir y cerrar de ojos.
Tan radical es el cambio que resulta de la oración que Jesús lo llama "nacer de nuevo". La palabra "oración" incluye toda forma de comunión con Dios[...]La oración puede ser también afirmación o invocación[...] puede ser así mismo meditación, la más elevada de todas las formas de oración, que es la contemplación.
Cuando la oración es eficaz, la Presencia de Dios se realiza en nosotros, que es el secreto de nuestra curación[...]así mismo obtenemos aquella inspiración que es la vida del alma y la causa de nuestro desarrollo espiritual. Pero para que esta Presencia de Dios sea un hecho en nosotros, y nuestras oraciones sean eficaces, es preciso que alcancemos cierto grado de verdadera paz mental. Esta paz interior ha sido llamada por los místicos serenidad y ellos no se cansan jamás de repetirnos que la serenidad es el gran vehículo de la presencia de Dios.[...]hemos de tener la serenidad para avanzar en el reino del espíritu, aquella tranquilidad de alma a la cual se refiere Jesús con la palabra "paz", un paz que supera el entendimiento humano.
Los pacíficos de que se habla en esta bienaventuranza , son aquellos que realizan esta paz verdadera o serenidad en sus propias almas , porque son ellos los que superan las dificultades y limitaciones y llegan a ser no sólo potencialmente sino, verdaderamente, hijos de Dios.
Por supuesto que ser pacífico en el sentido corriente , como el que se dedica a poner fin a las querellas de otros , es sin duda cosa excelente [...]una vez que comprendamos el poder de la oración, seremos capaces de sanar muchas disputas de manera definitiva ; algunas veces sin pronunciar palabra alguna. Pensar silenciosamente en el Amor y la Sabiduría del Todopoderoso es suficiente para disipar imperceptiblemente los motivos que acarrean disputas.

Extraido del libro: "El sermón de la montaña. La llave para triunfar en la vida"
de Emmet Fox, uno de los autores que han influido más en el movimiento metafísico del siglo XX.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Orar con San Ignacio de Loyola, distintas formas (I parte)

1. ACTITUDES FUNDAMENTALES
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto
de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, paseando, leyendo
un poema, etc. A medida que el espíritu se va caminando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer, el Señor me espera, etc. (Esta preparación se hará siempre que se empiece una oración).
1. Preparar el material necesario: Aquí será coger una lista o un texto sencillo que exprese
actitudes fundamentales cristianas. Citemos algunos ejemplos: las Bienaventuranzas, los Diez
Mandamientos, un texto preparatorio de una liturgia penitencial o (cualquier texto antiguo o
moderno en que se revisen aspectos básicos de la vida cristiana, etc.
2. Oración preparatoria: Pedir a Dios luz para comprender el mensaje que se me dirige y fuerza
para cambiar en mi corazón y en mi vida aquello que me aleja de Jesús.
2. ORACION
Leer todo el texto despacio. Una vez leído, empezar por cada uno de los puntos e ir viendo
cómo los vivo en mi vida. Considerar que la acción de Dios, y por lo tanto su liberación, abarca
toda la persona: mis pensamientos, los sentidos, la manera de relacionarme con los demás, con
Dios...
Cuando se detecta una falta, conviene considerar lo contrario. Por ejemplo, si pretendo imponer siempre mi voluntad a los demás, pensar cómo cambiaría mi vida si los escuchara más.
Dar gracias a Dios por todo lo bueno que hay en mí y pedir perdón y fuerzas para modificar en
mi vida lo que me esclaviza. Y esta acción de gracias y este arrepentimiento hacerlos en diálogo
con el Señor. No se trate de angustiarse por lo que no funciona en mi vida, sino de tener un
diálogo con Dios sobre ella.
3. EXAMEN
Dar gracias a Dios por la actitud más positiva de mi vida y pedir perdón por la más negativa.
Revisar cómo ha ido la preparación, qué me ha ayudado más, etc.

2. CONTEMPLACION DE LA PALABRA
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto
de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos de¡ corazón, leyendo un poema,
paseando, etc. A medida que el espíritu se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a
hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Es muy sencillo. Simplemente se trata de tener presente (de
memoria o bien escrita delante) una oración hecha. Por ejemplo, el Padrenuestro, el Avemaría,
un Salmo, la letra de un canto, o cualquier oración antigua o moderna.
2. Oración preparatoria: Una oración breve y sencilla dirigida a aquel a quien se quiere dedicar
este momento. Por ejemplo, si la oración escogida es el Padrenuestro, al Padre.
2. ORACION
Cerrando los ojos o bien mirando un objeto fijamente, empezar con la primera palabra de la
oración escogida. Por ejemplo, Padre. Considerar esta palabra el tiempo que haga falta, dejarse
llevar por todo aquello que va evocando en mi interior (significados, comparaciones, recuerdos,
sentimientos ... ). ¿Qué significa para mi ser hijo de Dios? ¡Qué cercano lo siento! Una vez
terminado esto, continuar: Nuestro, también de los demás, ¿Me siento realmente hermano de
los demás?, etc.
No hay que tener prisa. Cuando encuentres una palabra que te interpela, quédate en ella, y
cuando acabes continúa con la siguiente. Si terminas una oración y quieres seguir, coge otra.
Piensa que si no has sentido nada especial has pasado aquel rato orando con toda la Iglesia ¡que
dice y ha dicho tantas veces esta oración!
Ir terminando queriéndose identificar con la persona a quien se ha dirigido la oración.
3. EXAMEN
Ver si he hecho bien la preparación. Recordar qué actitud ha brotado más espontáneamente en
este tiempo: acción de gracias, alabanza, petición, arrepentimiento... ¡y dar gracias a Dios por
ella!

3. SENTIR A DIOS EN LA RESPIRACION
1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto
de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, leyendo un poema,
paseando, etc. A medida que el espíritu se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a
hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Es muy sencillo. Simplemente se trata de tener presente (de
memoria o bien escrito delante) una oración hecha. Por ejemplo, el Padrenuestro, el Avemaría,
un Salmo, la letra de un canto, o cualquier oración antigua o moderna.
2. Oración preparatoria: Una oración breve y sencilla, dirigida a aquel a quien se quiere dedicar
este momento. Por ejemplo, si la plegaria escogida es el Padrenuestro, al Padre.
2. ORACION
Es una oración que acompaña a la respiración. Si tomamos del Padrenuestro la primera palabra
«Padre» la vamos pronunciando mientras dura el tiempo de la inspiración a la expiración.
Haciéndolo lenta y rítmicamente. Después la segunda palabra «nuestro», etc. Se trata, pues, de
orar siguiendo el ritmo de la respiración.
Es más parecido a un canto que a una oración reflexiva. Ayuda a irse identificando, con toda la
persona, con este Dios sencillo y afectuoso que quiere entrar en contacto con nosotros. Va bien
cuando se está cansado y con pocas ganas de reflexionar.
Ayuda pensar que cuando inspiramos entra el oxígeno (Dios) y cuando expiramos sale lo que
nos esclaviza. La oración es la respiración del espíritu.
3. EXAMEN
Ver cómo ha ido la preparación, qué me ha ayudado más, etc. Recordar qué sentimiento hacia
Dios: filiación, agradecimiento, arrepentimiento, pequeñez, gozo, etc. ha quedado en mi
interior. ¡Y dar gracias por ello!

Extraido del Libro: "ORAR CON SAN IGNACIO DE LOYOLA"
Pere Borràs, sj.(este libro puede conseguirse en pdf)

sábado, 10 de septiembre de 2011

Reflexión, cortita pero profunda

"Personas erradas, usan la religión en forma errada. Como resultado de ello, la religión contribuye a mayores luchas y mayores divisiones."


Dalai Lama.
14º Reencarnación de Buda.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Jesus y Dios.

La complicada tarea de conocer a Dios
[...] lo primero que se debe tener en cuenta es que, para conocer a Dios, no se puede empezar por Dios en sí mismo. Por definición, Dios es el Trascendente, o sea el que "trasciende" y, por eso mismo está "más allá" de todo cuanto nosotros podemos alcanzar y, menos aún, comprender con nuestra limitada capacidad.
De ahí, la frustración de todos los que pretenden resolver el problema de Dios a fuerza de darle vueltas a la cabeza.
La primera consecuencia que se sigue de lo dicho, es que si los seres humanos podemos conocer a Dios y comprenderlo (en la medida en que eso sea posible), tal conocimiento y tal comprensión se deben a que Dios se ha revelado a la humanidad.[...]

Jesús , revelación de Dios
[...]ya en las tradiciones más antiguas de los evangelios, la llamada fuente Q, común a Mateo y a Lucas, se nos dice que "ninguno conoce cabalmente al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce uno cabalmente sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo" (Mt 11,27; Lc 10,22; cf. Ev. de Tomás 61,3b). A juicio de los entendidos en la historia de este texto, aqui se expresan palabreas que pertenecen a la esencia misma de la predicación del Jesús histórico.[...]"el misterio del propio Dios" sólo es alcanzable por aquellos a quienes Jesús se lo da a conocer. Jesús es, por tanto, el revelador de Dios.[...] en este pasaje de los evangelios, Jesús hace una afirmación que resulta provocativa. Porque afirma que "estas cosas", o sea el conocimiento de Dios, es algo tan absolutamente distinto a los que son los conocimientos humanos, que Dios mismo "lo ha ocultado a los sabios y entendidos", mientras que, por el contrario, se "lo ha dado a conocer a la gente sencilla",es decir, los nêpioi, que son literalmente los que no hablan.[...]los que no cuentan para nadie, ni pintan nada en la sociedad[...]
Es sobre todo, en el evangelio de Juan, donde se afirma con más vigor y más claridad cómo Jesús es la revelación definitiva y plena de Dios. "A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único del padre...es quien nos lo ha dado a conocer" (Jn 1,18). Al decir que a Dios nadie lo ha visto jamás, el evangelio recoge uno de los grandes temas del Antiguo Testamento. En este sentido, la afirmación más fuerte es la que el mismo Dios le dijo a Moisés: "Tú no puedes ver mi rostro, porque el hombre no puede verme y vivir" (Ex 33,20). Lo que en realidad se expresa aqui es sencillamente la imposibilidad que tenemos los seres humanos de saber quién es Dios o cómo es Dios. De ahí, la necesidad que tenemos de que un "mediador", que históricamente ha sido Jesús, nos lo de a conocer.
[...]Felipe le pidió a Jesús: "Señor, muestranos al Padre y con eso tenemos bastante" (Jn 14,8)[...] la respuesta de Jesús es clara y determinante: "Tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿ y todavía no me conoces, Felipe?"[...] y es que el propio Jesús añade enseguida algo que es el secreto de todo: "Quien me ve a mí, ve al Padre". [...] a Dios lo descubrimos, no mediante teorías o doctrinas, sino viendo lo que fue la existencia concreta de Jesús, su persona, su comportamiento, su estilo de vivir y sus costumbres.
Con esto no quiero decir que quienes no conocen a Jesús, no pueden conocer a Dios.[...]Todas las religiones nos aportan algo sobre el conocimiento de Dios.

Extraido del libro de José Mª Castillo, "Dios y nuestra felicidad"

El padre Castillo termina diciendo que "todas las religiones nos aportan algo sobre el conocimiento de Dios".
Siempre he pensado que las religiones son "puertas a lo sagrado", son puertas por las que entra la Luz de Dios.También creo que además de las religiones hay otras disciplinas que nos permiten ver destellos de esa luz.
Pero siguiendo esta metáfora de las puertas, me gustaria seguir reflexionando. Es fácil entender, que las puertas abiertas nos muestran la Luz, pero si las puertas estan cerradas, no nos permiten ver nada de la luz. Esto, lo que nos indica, es que si bien una puerta nos abre el camino a un espacio concreto, también puede bloquearnos el acceso.
Por eso es necesario saber abrir nuestra puerta. ¿donde está la cerradura?, ¿cuál es la llave?, ¿en que dirección gira?. Con esto lo que quiero expresar, es que la puerta cristiana que conduce hacia la Luz del Padre necesita, para ser abierta, el seguimiento de Jesús. Él, es el que nos está abriendo el conocimiento de Dios, nos lo está poniendo a nuestro alcance, y ese conocimiento no es intelectual, es a través de la acción como conoceremos, a través de la acción del seguimiento. Seguir el ejemplo de Jesús, sus acciones, sus palabras,su vida, es la llave que abre de par en par el acceso al Padre,a Dios. Sin este seguimiento, sin esta acción, por muchos ritos, o ceremonias que realicemos y participemos,por muchas lecturas que hagamos, la puerta, muy bonita por cierto, continuará cerrada. Tendremos la certeza que conduce a Dios, pero no tendremos la llave que nos permita abrirla y cruzarla.
Con esto por supuesto no me opongo a ritos y ceremonias, ni mucho menos, ya que participo de ellos y me llenan. Tampoco me opongo a las lecturas, ya que creo que educan el intelecto y orientan nuestras futuras acciones, sino que sin el esfuerzo constante de seguir los pasos de Jesús , sin la referencia de su vida, creo que están vacios. Pero sin lugar a dudas cuando la mirada está puesta en Jesús, esos ritos están cargados de un poder y una plenitud extraordinaria, y elevan el alma hacia el Padre, haciendonos participar del Espíritu de Dios.

martes, 6 de septiembre de 2011

La fuerza de la debilidad cristiana.

Es asombroso ver, cuando uno empieza a leer sobre la vida de cristianos que su testimonio les ha causado dolores físicos, perdidas y torturas, cómo, lo que en nuestra cultura actual se considera debilidad, se expresa como una fortaleza, que sólo es posible si el Espíritu Santo está con ellos fortaleciéndoles.
Cuándo descubriremos la verdadera fuerza de la vida, que no es otra que la "debilidad", la sensibilidad, procedentes de una toma de conciencia espiritual, y no la agresividad, la venganza, la fortaleza material. Ya Jesús nos mostró la fuerza de Dios, no hablo de los milagros, que sin lugar a duda mostraban la naturaleza más íntima de aquel Hombre, que vivía en el Padre y el Padre vivía en Él, sino la fortaleza, que en la muerte más humillante de la historia del mundo y posiblemente una de las más dolorosas, surge, de pedir el perdón por los que lo estaban matando. El Perdón esa gran fuerza, considerada hoy dia por regla general un acto de debilidad, que es la gran luz que aleja la sombra del mal. Ese perdón que procede de un acto de Amor y de abandono. Abandono propio por el Amor hacia el "otro", hacia el que te daña, el que te humilla, pero que es hijo de Dios como tú, es tú hermano, ha elegido un camino que se aleja de Dios, "no sabe lo que hace", pero con el perdón transformas el mal que está haciendo, del triunfo de la oscuridad, se pasa al triunfo del Reino de Dios, el dolor que se está causando se transforma en un testimonio inmenso de Amor. Esto sí es una auténtica fortaleza, la fortaleza del espíritu, la fortaleza que proviene del Reino de los cielos, la fortaleza del cristiano.
Todo esto que os he escrito es para introducir el testimonio del padre Luli:

El P. Luli, de origen albanés, fue arrestado en 1947 y liberado 42 años más tarde. Muchos de sus compañeros fueron mártires. No derramó su sangre, pero sí padeció profundos sufrimientos morales y físicos a causa de su fidelidad a Cristo y a su Vicario.
En uno de los episodios que sufrió de torturas, con las que buscaban que renunciara a su fe, el P. Luli le dijo a su torturador:"mire, usted me podrá quitar todo, hasta la vida, pero hay algo que en la vida podrá quitarme, que es el Amor que Dios me ha pedido que le tenga a usted".

Creo que ejemplos así deben orientar nuestras acciones, inspirarnos, ser objeto de nuestras reflexiones, y conductas, y ser objetivo de nuestras peticiones en la oración.Seguramente nunca alcanzaremos una fortaleza espiritual como el P. Luli, o sí, quien sabe, la cuestión es hacia donde se orientan nuestros esfuerzos, donde tenemos puesto nuestro "listón", si lo ponemos demasiado bajo desde luego lo alcanzaremos en seguida y nos sentiremos satisfechos, pero no habrá una autentica transformación, esa transformación que cambia cosas, a nosotros primero a a nuestro entorno después. Jesús dió su vida por nosotros, por un proyecto de vida plena para nosotros, de libertad real, qué vamos entonces a hacer nosotros , qué estamos dispuestos a entregar por este proyecto.
Sinceramente creo que la oración, es una de las mayores herramientas para conseguir esta fortaleza espiritual, y no debemos temer ser tomados por débiles, por seguir el camino marcado por Jesús, el camino del Amor, del perdón, de la fe. Debemos luchar por establecer el Reino del Espíritu, El Reino de Dios en la tierra, a través de nuestra transformación interior y de nuestro ejemplo , a través del servicio por los demás, utilizando los dones que Dios nos ha otorgado a cada uno para desempeñar nuestra parte en esta misión.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Frente al sufrimiento: Buda y Jesús por el padre Abbé Pierre (93 años)

Sí, estoy de acuerdo con la constatación fundamental de Buda: todo es sufrimiento.
Fundamentalmente, la condición humana es sufrimiento: se sufre físicamente, psiquicamente, moralmente. Se sufre por no poseer ciertas cosas, y luego se sufre por perderlas, o por temer perderlas.
Pero como cristiano no llegaría a las mismas conclusiones que Buda. Según él, por lo que he podido comprender tanto a través de la lectura como a través de las conversaciones con mi amigo el Dalai Lama, hay que hacer lo necesario para no sufrir más. El objetivo de la vida se convierte entonces en una ascesis y una ética de vida exigente que apunta a suprimir la causa fundamental de todo sufrimiento: el deseo.
Para el discípulo de Jesús el camino es completamente distinto: no se trata de eliminar el sufrimiento de la vida hasta erradicar cualquier deseo, sino de reaccionar frente a él mediante el compartir y la ofrenda. Si frente al sufrimiento propio, o si frente al sufrimiento ajeno se entra en una comunión con los demás, entonces la luz aparece.
¿Cuántas veces habré vivido esta experiencia conmovedora junto a un enfermo grave, junto a un hombre desesperado? Sólamente el hecho de estar en comunión verdadera con él aporta una luz que sublima el sufrimiento. Por tanto, el sufrimiento puede vivirse como un trampolín hacia el compartir. Siempre es un mal, y jamas debe buscarse o magnificarse. Pero este mal puede conducir a culminaciones de humanidad.
[...]cualquier sufrimiento superado es una ocasión para un crecimiento, para un progreso en la conciencia.

Extraido del libro "Dios mío...¿por qué?" de Abbé Pierre.


Abbé Pierre nació en 1912 en Lyon. Desde niño demostró una preocupación especial por los más desafortunados, y a los quince años partió en peregrinaje a Asís (Italia). Esta experiencia fue fundamental en su vocación. Cuatro años más tarde repartió todos sus bienes entre distintas obras de caridad, renunció por vía notarial a su herencia familiar e ingresó como monje capuchino como "Hermano Philippe".
Durante la II Guerra Mundial fue nombrado vicario de la catedral de Grenoble y, tras la ocupación alemana y con los primeros arrestos masivos de judíos, montó con la ayuda de otros religiosos un auténtico laboratorio clandestino donde fabricaban pasaportes y visados falsos para luego sacar a los judíos del país hacia Suiza. De esta forma el Hermano Philippe pasó a integrar la resistencia francesa adoptando el nombre de "Pierre".





domingo, 4 de septiembre de 2011

"Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen"

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia él, menos aún una entrega apasionada, sino una relación radicalmente humana, de interés positivo por su persona.
Este es el pensamiento de Jesús. La persona es humana cuando el Amor está en la base de toda su actuación. Y ni siquiera la relación con el enemigo ha de ser una excepción.
Es precisamente este Amor universal que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos, sin exclusiones, la aportación más positiva y humana que puede introducir el cristiano en la sociedad violenta de nuestros dias.
Amar al delincuente injusto y violento no significa en Absoluto dar por buena su actuación injusta y violenta. Por otra parte, condenar de manera tajante la injusticia y crueldad de la violencia no debe llevar necesariamente al odio hacia quienes la instigan o llevan a cabo.
Alguien ha dicho que "los problemas que sólo pueden resolverse con violencia deben ser planteados de nuevo" (F. Hacker). y es precisamente aquí donde tiene mucho que aportar el evangelio de Jesús[...]
Jesús llama a "hacer violencia a la violencia". El verdadero enemigo hacia el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro, sino nuestro propio "yo" egoista, capaz de destruir a quien se nos opone.

Extraido del libro:
"El camino abierto por Jesús"
José Antonio Pagola


Debemos plantearnos nuestro comportamiento, nuestra reacción, ante la violencia, ante el conflicto. Esto es muy difícil, la respuesta violenta ante la violencia es algo que tenemos muy asimilado, al igual que la tensión y la rigidez como respuesta a la tensión y a la rigidez, pero debemos plantearnos cambiar nuestra reacción, debemos cultivar una autentica cultura de la paz,siendo sólo posible desde el interior, una auténtica cultura de serenidad y de armonía, de Amor. Pero esto sólo es posible desde la reflexión y el "chequeo" de nuestro interior, de nuestra mente. El trabajar nuestra mente en la dirección de la serenidad y la unidad, la serenidad y la conciencia de unidad nos llevarán a la compasión. La oración nos ayudará en este sentido. La oración nos pone en presencia de la Luz, Jesús, Maria, nos guían, nos conectan conscientemente con el Padre, y esta experiencia, que nos lleva a "soltarnos" en manos de Dios, es una entrega que nos trae serenidad y fortaleza. La serenidad propia del hijo que se sabe en manos del Padre, que se sabe perteneciente a un "proyecto" mayor de existencia. Fortaleza, la que trae consigo la entrega al Espíritu Santo, no estamos coartados por las restrinciones materiales, es el Espíritu el que actúa , se manifiesta a través de nosotros, iluminando todo lo que somos y toda nuestra vida. Es en esta entrega donde nuestra alma brilla con mayor plenitud. Además ,nos hará tomar conciencia de la unidad de todo, del origen común de todo, y por tanto esto humanizará nuestras reacciones, generará en nosotros una compasión mayor hacia los demás.
No debemos olvidar tampoco la ley de causa-efecto. La violencia sólo puede generar violencia. Es una ley universal. La violencia es un proceso que cuando comienza nunca acaba. Puede parecer que acaba momentáneamente, pero sigue actuando en el silencio, y sigue fortaleciéndose más y más, y sólo se puede parar con un gran arma: el PERDÓN. El maestro de tai chi Chen Man Chin(SEGURAMENTE ESTÁ MAL ESCRITO, PIDO DISCULPAS) habla de un concepto muy necesario para crear armonia en el conflicto: "invertir en perdidas". Hay que invertir en perdidas para conseguir hacer triunfar la paz y la armonía. A veces hay que ceder, retroceder, para poder avanzar. Estas "perdidas" son en realidad una gran ganancia.
Cuando la violencia, el conflicto, el miedo, afloran, debemos vaciar nuestro interior, permitiendo así que el Espíritu de Dios nos inhunde, y sea Él el que nos dirija. Ante este vaciado interior no dejamos ningún "pliegue" donde esta violencia se pueda agarrar. Al "rendirnos" al Espíritu Santo observaremos que nuestras acciones van transformando todo, la "desarmonía" se armoniza.
Por eso creo que debemos buscar entregarnos, rendirnos al Padre (al Buda interior, al Universo....) y es en esa rendición donde realmente nos encontraremos nosotros mismos, conectamos con nuestro origen, conectamos con nuestra misión entendiendo el lenguaje de la Creación, el Padre hablará a través de nosotros, y es ahí donde podrá empezar a generarse una verdadera cultura de paz, cuyo origen no es otro que entender que todos venimos de la UNIDAD , que somos hijos de Dios.

LUIS

sábado, 3 de septiembre de 2011

Algunos pensamientos de luz: Dar, servir, entregarse.

Si a un solo pequeño niño infeliz se le hace feliz con el amor de Jesús, [...]¿no valdrá la pena[...] darlo todo por ello?

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.

La paz comienza con una sonrisa.

¿Por qué nos debemos dar totalmente a Dios? Porque Dios se ha dado a Sí mismo a nosotros.Si Dios, que no nos debe nada, está dispuesto a darnos nada menos que a Sí mismo, ¿reponderemos sólo con ina fracción de nosotros mismos? Darnos totalmente a Dios es un medio para recibir a Dios mismo. Yo para Dios y Dios para mí. Yo vivo para Dios y renuncio a mi propio yo y de este modo induzco a Dios a vivir para mí. Por lo tanto para poseer a Dios debemos dejar que Él posea nuestra alma.

Dios ama al que da con alegría.

He hecho con la gracia de Dios-mucho- porqué le dejé las manos libres a Jesús-sabiendo que no puedo hacer nada por mí misma.-La convicción de mi nada ha hecho la obra y toda la congregación completamente Suyas. El hará cosas todavía más grandes si encuentra a alguien que sea más nada que yo[...] "en una carta al cardenal Picachy"


Madre Teresa de Calcuta

"El que encuentre su vida, la perderá; el que pierda su vida por mí, la encontrará"
Mt 10 39-40
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"
Mc 8 35-36


Budismo - Osho
Cualquier cosa se vuelve Dios si te entregas. Tu rendición crea la divinidad [...] Aprende como rendirte[...] Y eso no significa conocer una técnica. Quiero decir que en el amor, tienes una posibilidad natural de rendirte. Rindete y sientelo; después deja que se extienda a todas las dimensiones de tu vida. "