Hijo, la vida es como una montaña: está ahí para subirla. No se sube sonriendo ni rezando ni mirando las nubes ni anhelando ni comunicándose con la divinidad; se sube caminando, poniendo el pie donde se debe, dando el paso justo y en el momento adecuado, usando el equipo pertinente, estando atentos a cada instante. La vida es un camino y hay que caminarlo.
Cuento zen.
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